Sin Trampas
Autora:
Dra. Patricia Cirigliano
Para nosotros, los educadores,
el tema de la trampa en el juego, en el deporte,
ha sido siempre un gran tema.
A medida que enseñamos a los niños y a los jóvenes
las técnicas y las didácticas, vamos encontrándonos
con el límite impreciso entre la estrategia y la trampa.
Mucho antes de que los niños y adolescentes se encaminen
hacia los deportes de su preferencia que los acompañarán
durante muchos años (en la perspectiva optimista de que
ello ocurra), la escuela comienza a formarles una opinión.
Opinión entre lo lícito y lo ilícito, a la
hora de elegir más que un recurso, una postura en la pretensión
de adelantarse, de competir de ganar.
No tendría gran importancia el empujón, el cambio
intencionado del lugar reglamentario, la introducción al
campo de la pelota fuera de juego – por si nadie lo vio
–, si estas acciones mínimas, si estas incorrecciones
poco destacables no implican la base de una ética que perdurará.
Evolutivamente, el niño debe dar un gran paso para desprenderse
del egocentrismo natural, apartarse del placer buscando a toda
costa y lanzarse por fin, resignando muchos deseos, hacia la vida
social.
Los adultos de hoy sabemos que esta conducta infantil, egoísta,
avara y desdeñosa para los demás es una característica
lamentablemente frecuente en muchos conocidos.
La trampa en el juego es, indudablemente, lo ilegal. Lo fuera
de reglamento, lo ajeno a la ética.
Los reglamentos deportivos permiten siempre un lugar para la astucia,
par la viveza, para esa inteligencia veloz de los que no sólo
están dotados de los recursos técnicos sino que
son capaces de encontrar los blancos de debilidad en la defensa
del contrario. Los deportes tienen un modo de dar un canal legal
a las facetas menos inocentes pero naturales en el hombre. Estas
adaptaciones rápidas que permiten ganar sin dañar
al otro, dentro de un campo deportivo, son un seguro de supervivencia
También “engaña” el amague de un jugador
que confunde los reflejos del contrario.
Pero esta forma parte del juego; es ilegal.
Otras formas de engaño, más sutiles y ocultas, se
dan cumpliendo las reglas sólo en apariencia. No olvidemos
el “doping” o las maniobras de los empresarios del
deporte que no juegan limpio.
Trasladadas al pequeño patio de la escuela, estas acciones
parecen lejanas. Pero es allí – y dentro de la familia
- donde los niños buscan primero el aplauso, el éxito
y el triunfo.
La voz del profesor alienta, corrige, admite, juzga. Permite la
trampa o la desnuda y explica. Explica por qué
no.
Evitemos – nosotros, los educadores – la legalización
de la trampa.
Es posible que ayudemos así al “mundo mejor”
del cual hablamos tanto.
Es posible que evitemos, también en nuestro medio, que
los falsos profesores continúen haciendo trampas
a la gente, opinando sobre temas que jamás estudiaron.
Es posible que el campo laboral de las distintas especialidades
no se vea invadido por los aventureros, los comerciantes disfrazados;
en fin, por los tramposos
La Doctora. Patricia
Cirigliano es Directora del Instituto de Formación de Educación
Física I.S.E.F.I